jueves, 16 de enero de 2014

Historia de Eáránë



Soy una elfa joven, tengo unos 28 años, apenas tengo edad a diferencia de mis otros elfos, así que aún me queda mucho que aprender de todo lo que me rodea.
Nací en Loréndel, cerca de la laguna de Cuviénen, donde según las historias que narra mi abuelo fue el nacimiento de todos los elfos. Él siempre me cuenta cosas de nuestra raza, y gracias a eso me ha hecho comprenderla mejor y aunque no lo haya vivido de momento me puedo hacer una idea de lo fabulosa y afortunada que es nuestra raza.
Mi infancia ha sido feliz, pero nunca me han gustado los juegos de muñecas, a mi lo que siempre me ha hecho feliz es el saber defenderme con las armas. Por ello mi madre, Andune, Reina tambien de Telpëthoron, cuando cumplí la mayoría de edad me regaló una espada. En ella marcó unas palabras y la bendijo con el Dios Loyup, Dios de los Elfos. Desde entonces nunca se ha separado de mí y siempre me protege. Sin embargo mi padre siempre ha estado en contra de que yo fuera guerrera y me prohibió usarla, él opinaba que debía de ser una señorita, pero no creo que eso sea incompatible. Desde siempre me he estado entrenando, y he intentado ponerme a la altura como cualquier guerrero que se precie. He estado alistada en patrullas y mis instructores me han enseñado tanto las artes de combate como la exploración o la caza.
Durante bastante tiempo, Loréndel  fue un reino tranquilo donde reinaba la paz, hasta que un día...... mi hermano Migolas iba paseando con mi madre y se alejaron sin darse cuenta pasando las fronteras del río Ciryatán y ahí les estaban esperando, cayeron ambos en una emboscada de la cual no salieron libres. Se sabe que fueron asaltados por orcos mandados por elfos oscuros que viven más allá de Telpëthoron y con los cuales no nos llevamos bien. Desde esas muertes, mi padre no se ha recuperado, su frágil corazón padece la pena de haber perdido a dos seres tan queridos para él. A partir de ese momento la paz que durante tanto tiempo había reinado en Loréndel, se rompió y comenzaron los conflictos.
Fueron momentos duros, porque el imperio de Kantor Rottex también estaba siendo atacado y en especial sus gentes. Fue cuando el Rey Milkar y mi padre, el Rey Mirel decidieron hacer una alianza. A cambio ambos reyes pactaron la tranquilidad para ambos reinos. Los elfos ayudaríamos al Rey Milkar a la lucha, debido a lo buenos que somos con los arcos y éste nos ayudaría a dejarnos siempre en paz en Telpëthoron y no molestar a nuestra naturaleza ya que somos bastante ricos en ella.
Pese a esta decisión del Rey, en Telpëthoron las gentes no se quedaron tranquilas, puesto que habría que ayudar a la raza humana y eso era quebrantar pactos del pasado. Pero el Rey hizo comprender que el número de elfos era bastante reducido como para enfrentarse a una guerra por sí solos. Esta alianza haría que la unión de los ejércitos se hicieran más fuertes. Si queríamos sobrevivir, tendríamos que depender de otras razas del mundo.




Pensaba que esa vez me dejaría de lado, pero muy a pesar suyo, tuvo que admitir que me necesitaba, así que me mandó con el resto a luchar.




Fui de los pocos sobrevivientes de la guerra, eso le ha hecho comprender a mi padre que estaba equivocado en muchas cosas respecto a mí. La alianza con los humanos continúa, pero más en concreto con el Rey Milkar, porque no confío en la gente que le rodea. Así que si Milkar muere, quizás las cosas cambien en este pacto amistoso, quizás y solo quizás se haga una revolución por parte de los elfos, pero la parte política es algo que de momento no quiero tocar hasta ver que pasa con el Rey.

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